Por: Carlos Alberto Monge Montaño.
Realidad que obliga…
“Ningún presidente ni alcalde heredan problemas. Se supone que los conoce de antemano y por eso se hace elegir, para gobernar con el propósito de corregir esos problemas. Culpar a los predecesores es la salida fácil y mediocre de los malos gobiernos. Si no pueden, no se postulen”. Andrés Felipe Giraldo López. Politólogo y periodista colombiano.
En menos de una semana el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador, se esforzó en destacar que todo aquello que criticaron y que los llevó a aprovechar el hartazgo poblacional para ganar los comicios pasados, se repite con matices peligrosos de cinismo, opacidad, simulación, reparto de culpas, justificaciones, pretextos y un enfoque erróneo de sus batallas.
Del caso Culiacán, lo extraordinariamente grave es lo mal planeado, mal ejecutado y por lo tanto, terrible fracaso del operativo que implementaron para capturar a Ovidio Guzmán López. La discusión sobre dejarlo libre tras capturarlo para no poner en riesgo a la población, es una decisión polémica y sin embargo, algunas encuestas refieren que tampoco en eso le dan la razón a la decisión que tomó el equipo de seguridad federal y que respaldó López Obrador.
En medio de semejante escenario, tampoco se debe perder de vista el cúmulo de mentiras y/o medias verdades con las que “comunicaron” el acontecimiento las autoridades federales. Resulta vergonzoso y un claro intento de seguir dando atole con el dedo. Peor aún, luego de presumir constantemente y hasta en promocionales sus reuniones a primera hora con el gabinete de seguridad, para estar enterado de todo, resulta que tras 4 días de silencio, el Ejecutivo federal se justifica con el argumento de que no se entera de todo y confía plenamente en quienes toman semejantes decisiones.
Y coincido en que Andrés Manuel efectivamente no está enterado de todo, ni lo sabe todo, pero se ha cansado de presumir lo contrario. Y sin embargo, si no es para tomar decisiones de ese tamaño, como detenciones de líderes criminales, con sus respectivas órdenes de aprensión y cateos y conocer de dónde surgen las peticiones para detener a dichos personajes… entonces ¿de qué habla todos los días con el gabinete de seguridad? ¿No será mejor, menos reuniones y más resultados?
Respecto a sus batallas, López Obrador ataca con singular facilidad a todos los que le hacen alguna crítica, periodistas, empresarios, líderes sociales, campesinos, alcaldes y un largo etcétera, para lo cual recurre a su ametralladora de adjetivos como “conservadores, fifís y adversarios” y ahora hasta les lanza gases lacrimógenos, mientras que a los integrantes del crimen organizado y/o manifestantes que violan la ley, los defiende porque también son pueblo.
Para colmo, no quiere percatarse que se le exige por todo lo que prometió y no por defender a gobiernos del pasado que provocaron el hartazgo que lo llevó a ganar abrumadoramente. Sus más cercanos, si hay alguno al que escuche, tendría que recordarle que ya es tiempo de gobernar porque hizo demasiadas promesas y no ha cumplido.
Deberían de recordarle que aseguró que en seis meses bajarían los índices de inseguridad, que el país crecería a un 4 por ciento anual, que el precio de las gasolinas bajaría, que barrería las escaleras de la corrupción de arriba para abajo, que metería a ex funcionarios y ex presidentes a la cárcel… y muchísimas cosas más.
Deberían decirle que deje de culpar a los que lo antecedieron, porque no se puede decir engañado, prácticamente el país entero conocía las crisis y enormes problemas.
Los acontecimientos de la última semana tendrían que obligar a López Obrador a hacer una pausa y recomponer, aún está a tiempo de efectivamente hacer las cosas de manera mejor. Pero también tendría que obligar a la reflexión a sus cercanos que lo siguen a ciegas y han sido incapaces de incidir para ayudarle, por temor a perder el beneficio inmediato del que gozan.
Las cosas no son únicamente blancas y negras y el que hace una crítica mayoritariamente tampoco lo hace sólo por molestar. Nada más alejado de la realidad. Hay una preocupación genuina porque al país le vaya bien y quien lidera o debe liderar en este momento es López Obrador y no Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox o el innombrable Carlos Salinas.
Urge que el Ejecutivo federal entienda que la saliva no alcanza para gobernar, menos aún cuando se ha escupido tantos años para arriba. Ya debería tener claro que el elogio en boca propia es vituperio, que más valen los hechos para que le lleguen los halagos. Bajo semejante escenario, está claro que la mañanera no puede mantenerse todos los días, le urge un descanso al presidente y a todo el país. Seguramente bajaría la polarización, disminuirían las mentiras, errores y contradicciones de López Obrador y su gabinete.
¿O usted qué opina estimado lector?
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.
cmongem@hotmail.com