- Sordo de nacimiento, Francisco Ramón Gutiérrez Hernández es licenciado en Educación Especial por el IMCED y ahora quiere aplicar sus conocimientos para ayudar a quienes viven, como él, en un mundo de silencio obligado
Morelia, Michoacán, marzo de 2021.- Francisco Ramón es un joven entusiasta, que ama la vida. A sus 29 años ha aprendido a enfrentar un mundo excluyente, en el que tal parece se quiere omitir a las personas que presentan alguna diferencia y que constantemente pone a prueba a gente como él.
Ramón es sordo de nacimiento y pese a las trabas vividas, ahora es licenciado en Educación Especial, egresado del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación, en donde obtuvo el conocimiento que hoy quiere aplicar para ayudar a quienes viven en un mundo de silencio obligado.
Quienes nacen carentes de alguno de sus sentidos, no se dan cuenta de su falta hasta que salen del seno familiar; tal es el caso de Francisco Ramón Gutiérrez Hernández, para quien ser sordo era normal hasta que cumplió 3 años, cuando su mamá le dijo que él era diferente. Al haber nacido al seno de una familia amorosa que desde el principio se preocupó por su situación, le rodearon de todo lo que necesitaba para que se sintiera incluido, así que, para él, su sordera era lo normal.
Pero llegó el momento en que tendría que enfrentarse al mundo, al entrar a la escuela y entonces sí, se percató que existían dos mundos: el suyo y el de los oyentes, a los que parecía no preocuparles la situación que viven muchas personas que no tienen sus sentidos completos.
En Michoacán hay alrededor de 35 mil sordos, de los cuales poco más del 10 por ciento tiene acceso a una educación, según asegura el presidente de la Unión Nacional de Sordos de México, A.C. León Ricardo Parra Encinas, quien recientemente ofreciera una charla virtual sobre el tema a la comunidad educativa del IMCED.
De acuerdo con los datos manejados, las personas carentes del oído pudieron perderlo por diversos motivos: enfermedad, accidente o nacimiento, sin embargo, se puede observar que la población sorda se está yendo al alza, por lo que hace mucha falta el apoyo de todas las instituciones hacia esta problemática.
Francisco Ramón forma parte de ese 10 por ciento que pudo estudiar; nació con sordera severa bilateral. Sus padres, lejos de derrumbarse ante este hecho, se propusieron sacar adelante a su hijo para que tuviera las mismas oportunidades que el resto de la gente; sabían que su hijo debía acudir a una escuela para aprender y desarrollarse de manera que pudiera comunicarse a través del lenguaje de señas.
En la escuela de audición y lenguaje “Benito Juárez García”, de Morelia, les ayudaron para que él pudiera aprender, se desarrollara y se comunicara, a la vez que la familia pudiera comunicarse con él a través del lenguaje de señas.
Según refiere Francisco Ramón, sus padres nunca dudaron que él pudiera llegar a ser un profesionista. Aunque se puede percibir que existe ya una reducción en la discriminación hacia las personas que no escuchan, todavía hay quien se sorprende de la forma de comunicación con señas, pero sin duda la gente ahora está más consciente de que hay que comunicarse con la población sorda.
Había que avanzar
Francisco Ramón pasó la etapa de preescolar rodeado de niños como él, quienes crearon para sí mismos un mundo de silencio obligado, aunque hacia el exterior, por medio de la lengua de señas, ya podían comunicarse con sus familias y algunos amigos que aprendieron esta modalidad de lenguaje.
Pese a todo “yo era feliz”, refiere usando el lenguaje de señas mexicano, “porque mis papás y mi familia me apoyaron mucho, me impulsaron a no rendirme y a superarme, aunque no fue fácil porque hay que aprender muchas cosas poco a poco; hoy me siento tranquilo y feliz de cumplir una meta”.
Ante todas las trabas para poder seguir adelante, Francisco Ramón llegó a la preparatoria y en su búsqueda para continuar con sus estudios, encontró el bachillerato de la Universidad La Salle, donde además de becarlo (junto con el DIF municipal) le apoyaron con un intérprete que acudía con él a sus clases.
“Yo me siento seguro, soy inteligente, pero lo importante es que todos somos iguales, necesitamos educación, donde haya una inclusión real y donde las personas puedan superar sus condiciones de vida”, asegura.
Francisco Ramón logró concluir sus estudios de licenciatura en Educación Especial en el Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación, porque él siempre quiso ser maestro, ya que desde su propia experiencia ha entendido que para los niños sordos es muy difícil establecer la relación con sus maestros, pero que con empeño y dedicación es posible lograrlo.
Falta mucho por hacer, dice, pero no se debe perder más el tiempo y ahora sí, brindar la oportunidad a quienes viven un mundo en silencio.