Valeria Perasso y Georgina Pearce
BBC 100 Mujeres
Anne Tropeano plancha la ropa bien temprano, sabe que tiene por delante un día ajetreado. Saca del clóset un alba blanca sin estrenar, una estola y una casulla con bordados celestes y terminaciones de hilos dorados.
En el calendario que cuelga de la pared, escribió hace tiempo con marcador rojo: «Día de la ordenación».
También se ocupa de hacer llamados para coordinar el operativo de seguridad privada que ha contratado para la iglesia porque anticipa que puede haber alguna manifestación hostil.
«Es un asunto que genera tensión, no todo el mundo está abierto siquiera a considerar la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas al sacerdocio católico», dice Tropeano, y apura el paso de los preparativos.
No solo le preocupa la hostilidad de algún vecino de Albuquerque, la ciudad donde vive, en el estado de Nuevo México, Estados Unidos. Desde que publicó en internet que planeaba volverse sacerdote católica, dice que ha experimentado niveles «asombrosos» de acoso y matoneo por las redes.
Tropeano es una de más de 200 mujeres en todo el mundo ordenadas en el marco del movimiento por el sacerdocio femenino en la Iglesia católica romana, que deciden tomar parte en ritos no autorizados para convertirse en presbíteras, en claro acto de rebeldía contra el Vaticano.
La Iglesia católica no autoriza el sacerdocio para las mujeres; tanto, que violar la restricción es considerado uno de los crímenes más serios en el derecho canónico y se castiga con la excomunión inmediata.
«Eso significa que no me permiten recibir sacramentos, como la comunión o la confesión, pero también me limita si quiero tener un funeral en una iglesia cuando me muera», detalla Anne.
«La amenaza de la excomunión fue la razón por la que demoré tanto esta decisión. Porque toda mi vida era en la parroquia, yo iba a misa todos los días, trabajaba allí… Así que fue duro hacerme a la idea de que voy a perder todo eso».
Tropeano es una católica devota, que lleva 14 años en el «proceso de discernimiento» de su vocación. Antes pasó por distintos trabajos, incluido el de tour manager de una banda de rock.
«Empecé a escuchar ‘Tú eres mi sacerdote, eres sacerdote. Quiero que seas sacerdote’. Y me preguntaba, ¿es realmente Dios quien me habla? Porque me está pidiendo que haga algo que va contra las reglas…»
Pensó en elegir algún otro rol habilitado para las mujeres en la Iglesia, como el de monja o laica consagrada. También evaluó abandonar el catolicismo y pasarse a otra religión cristiana que autorice el sacerdocio femenino.
Hasta que sintió claramente, dice, que las reglas vaticanas no podían interponerse en el camino de su vocación.
«Una vez que reconocí que era el siguiente paso, la excomunión simplemente se volvió parte del proceso».
Ella, como muchas otras mujeres del movimiento, también entiende su ordenación «ilegal» como una manera de hacer campaña contra lo que consideran es una postura sexista y discriminatoria impuesta por las autoridades eclesiásticas.
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