El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó ayer El Paso, Texas y Dayton, las dos sedes de los tiroteos del fin de semana, donde murieron 31 personas.
Sin embargo, lo preceden sus palabras divisivas, por lo que fue recibido con intensas manifestaciones.
Tan es así que fuera del Hospital Miami Valley, unos 200 manifestantes se congregaron, culpando a la retórica incendiaria de Trump y para exigir medidas para el control de armas.
En la ciudad fronteriza con México, Raul Meléndez, cuyo suegro, David Johnson, falleció en el tiroteo del sábado, dijo que lo más apropiado que Trump podría hacer era reunirse con los familiares de las víctimas.
Muestra que en verdad le importa, si habla con familias individuales”, dijo Meléndez, quien acreditó a Johnson la supervivencia de su hija de nueve años, a quien empujó bajo un mostrador durante el ataque.
Meléndez, veterano del Ejército e hijo de inmigrantes mexicanos, dijo que el único responsable es el atacante.
Esa persona tenía la intención de lastimar personas, ya lo había hecho”, manifestó. “No hay palabras que hubieran provocado eso”.
Ayer, el periódico El Paso Times, publicó una carta al presidente, titulada “Nos duele”.
Hoy nos encontrará en la agonia del duelo. La violencia que atraviesa a El Paso no es parte de nuestra comunidad”, reza el documento.
Por su parte, en Dayton, la molestia y dolor se hicieron patentes mientras los manifestantes gritaban consignas como: “¡Prohíban esas armas! ¡Hagan algo!” durante la visita de Trump.
Cerca del Miami Valley Hospital estuvo también una versión menor del Baby Trump, el globo color naranja que se ha hecho presente en eventos internacionales.