Daniel Pardo
Corresponsal de BBC Mundo en Colombia
Desde que ganó las elecciones el 19 de junio, Gustavo Petro se ha concentrado en calmar las aguas, generar pactos y consensos y fotos en busca de la ansiada gobernabilidad en Colombia.
La posibilidad de que el economista de izquierda no pueda gobernar es enorme. Le pesa la historia: ser el primer presidente de izquierda y un exguerrillero. Le pesa la desconfianza en los cuarteles, los mercados, la prensa y el equlibrio del Congreso.
Como se vivió durante su alcaldía en Bogotá, entre 2012 y 2016, Petro tiene cierta capacidad de poner al establecimiento político y económico en su contra.
Su historial es el de un caballo de batalla: el expositor de la corrupción y las violaciones de los derechos humanos por parte de la política tradicional. Pero ahora, como presidente a partir del 7 de agosto, quiere ser un moderador, un estadista, el anfitrión y propulsor de un cambio de fondo que incluya a todos los colombianos.
Este Petro ecuánime, parece decir el presidente electo en cada movida desde su victoria, es distinto al polarizante y contencioso alcalde o congresista del pasado.
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