Jane Chambers
Lima, Peru
En una casita a las afueras de Lima, Gabriela Zarate vive con su esposo y ocho hijos. Cuatro son suyos. Y los otros cuatro, dos niñas de 7 y 15 años y dos niños de 9 y 12 años, son hijos de su hermana menor Katherine.
Es difícil meterlos a todos. Los dos niños duermen de a dos en una litera, y las niñas comparten habitación en la parte trasera de la casa. «Siempre ha sido una lucha poner comida en la mesa para mi familia», dice Gabriela. «Y con cuatro hijos más es aún más difícil».
En junio de 2020, cuando Perú ya estaba luchando por contener la covid-19, Katherine se infectó. Los hospitales estaban abarrotados, los suministros se habían agotado y los familiares vieron morir a sus seres queridos, incapaces de ayudar.
Cuando los médicos rechazaron a Katherine, Gabriela no tuvo otra opción que llevarla a casa. Katherine estaba tendida sobre un colchón. Luchaba por respirar, pero su familia no tenía suficiente dinero como para darle oxígeno. Todos vieron a Katherine debilitarse cada vez más.
Una semana después, murió.
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