“Todos los días cientos de consumidores en México piden una especie y reciben otra (…) Esto es fraude, pues al final hay una carga que termina pagando el comensal, los pescadores y la salud de los mares”, reveló Renata Terrazas, directora de Campañas de Transparencia de Oceana México, la organización más grande del mundo, encargada de la conservación de los océanos, la cual dio a conocer el estudio Gato X Liebre.
Nuestra negligencia con el mar se asocia con la desinformación, asegura la especialista, por ello, a través de una investigación por ADN, se detectó que 31% de 400 porciones de pescado analizadas en 133 puntos de venta entre restaurantes, supermercados y pescaderías en Ciudad de México, Mazatlán y Cancún, no corresponde con el nombre de venta.
En un primer momento pudiera parecer inofensivo que en vez de mero nos den basa, por ejemplo, pero el problema es profundo y va más allá del cambio en el nombre del pescado. Esta facilidad de engaño sucede en un contexto de opacidad y negligencia de las autoridades pesqueras y sanitarias. Este fenómeno demuestra que las puertas están bien abiertas para que se mezclen, en distintos puntos de la cadena de valor, el producto ilegal y el legal, se explica en el informe. “Hoy no existen los sistemas, ni las reglas o leyes que nos permitan tener certeza sobre el tema”, dijo Pedro Zapata, vicepresidente de Oceana México.
El estudio, además, realizó pruebas a 48 especies que resultaron ser 100. Esto significa que 52 especies de pescado fueron silenciadas. Mantener en secreto tantas especies puede significar que llegará el momento en que estas desaparezcan sin darnos cuenta. Incluso 11.2% de las muestras encontradas se encuentra en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), entre ellas, tiburones y anguilas.
El estudio
Ésta es la primera investigación que hace este organismo desde su llegada a México, el año pasado. Estuvo a cargo del doctor Adrián Munguía, especialista en genética, quien con su equipo tomó las muestras de junio a octubre pasados. A partir de la extracción de ADN se aisló el gen conocido como “código de barras”, el cual permite hacer la identificación de cada especie. Éste se secuenció y se comparó con las bases de datos.
Se hizo la comparación con los nombres comerciales utilizando tres bases de datos que contienen nombres comunes y científicos de peces en México: el catálogo de Cicimar sobre especies de interés pesquero en el Pacífico mexicano; el de peces comerciales marinos de México, de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, y la lista de nombres comunes en español para México de la base de datos FishBase.
Campeones del disfraz
De acuerdo con los resultados, 95% de las veces que se pidió marlín, se trataba de otra especie, como el atún o el tiburón sedoso y zorro. “Aquí no sólo no nos dieron lo que decían sino que nos dieron especies en la lista roja de la UICN”, explica Terrazas.
El sierra, por su parte, tiene 89% de sustitución; el robalo 53%, sin embargo, su sustitución normalmente es por algo de características similares. El huachinango tiene un nivel de sustitución de 54%, generalmente cambiado por raya látigo, que es mucho más barato.
Para las muestras se eligieron la Ciudad de México, porque aquí se encuentra el segundo mercado de pescados y mariscos más grande del mundo (La Viga), es un centro de distribución; Cancún, lugar de turismo internacional con consumo de pescado por excelencia; y Mazatlán, el puerto pesquero más importante del país.
Estos puntos fueron estratégicos, pues los hallazgos ayudan a mapear lo que pudiera estar pasando en otros sitios, por ejemplo: el porcentaje de sustitución en pescaderías de la Ciudad de México es el más alto de todo el estudio con 44.5%, esto es preocupante porque esta urbe es un punto de abastecimiento para otros estados y muchos restaurantes, lo que reproduce el porcentaje.
Por otro lado, en Cancún se da la sustitución más agresiva, es decir, más de 40% de la sustitución fue por un producto de acuacultura y más de 25% fue reemplazado por un producto importado que es el basa. Pero éste no sustituye a cualquier pescado, lo hace principalmente con el mero, considerado el orgullo del Caribe mexicano y por lo mismo el más codiciado. El comparativo de precios indica que un kilo de basa es de 91 pesos y el kilo de mero asciende a 579 pesos. “Nuestro estudio indica que 40% de las veces, las personas no comen pescado marino (…) También genera una competencia desleal para los pescadores, además, no estamos ejerciendo nuestro derecho a decidir”, explica Terrazas.
La propuesta
“La pregunta está abierta, hay algo claro, la autoridad no está haciendo su trabajo, pero más allá de eso, necesitamos empezar a ver qué es lo que realmente sucede en la cadena que dificulta la regulación”, expuso Terrazas.
Lo que sigue para esta organización es identificar cuál es la mejor ruta para atender este problema y delegar responsabilidades. “Esto es una invitación para el nuevo gobierno que ha dicho estar preocupado por la salud alimentaria y el bienestar de las comunidades. Es un llamado para el secretario Víctor Villalobos, el comisionado Raúl Elenes, además de los poderes Ejecutivo y el Legislativo”, pues aquí hay tres puntos muy concretos.
Zapata concluyó: “La pregunta más grande de la humanidad es ¿qué vamos a comer en los próximos años? Una buena parte de esa respuesta podría estar en el mar, pero utilizado de una manera inteligente (…) No podemos seguir con la negligencia histórica que tenemos sobre el mar en México y en el mundo”.