Darío Brooks
autor,BBC News Mundo
“Bueno, muchachos, pongámonos a trabajar. Voy a ser lo que se llama ‘maestra’, pero no soy nada de eso (…) Nunca he sido maestra de pintura ni creo serlo jamás, pues todo el tiempo estoy aprendiendo”.
Así se presentaba Frida Kahlo en 1943 ante los que serían sus primeros alumnos. Pese a que la artista mexicana estaba en uno de los mejores momentos de su carrera, no se sentía preparada para la labor.
“Es cierto que la pintura es lo más estupendo que existe, pero resulta difícil ejecutarla bien. Hace falta practicar y aprender a fondo la técnica, tener una autodisciplina muy rígida y, sobre todo, sentir mucho amor por ella».
«De una vez por todas les voy a decir que me comuniquen si la poca experiencia que tengo como pintora les sirve de alguna forma”.
Pero quería y tenía que hacerlo.
Su aventura docente estaba ligada a otro proyecto de gran envergadura: el Seminario de Cultura Mexicana, una institución pública que reunió a artistas e intelectuales, de la que ella fue miembro fundadora.
Las clases se impartían en la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación Pública, más conocida como “La Esmeralda”.
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